Crear en Salamanca se congratula en publicar algunos poemas de María García Díaz (Oviedo, 1992). Es graduada en Física por la Universidad de Oviedo y actualmente cursa el Máster de Física Cuántica en la Universidad de Ulm (Alemania). Es violinista en la OCAS (Orquesta de Cámara de Siero) y en la Ulm Universitätsorchester. Su libro de poemas Espacio virgen ha merecido el premio Gloria Fuertes de Poesía Joven en su XVI convocatoria.
María García quedó entre los 20 finalistas del II Premio Internacional de Poesía ‘Pilar Fernández Labrador’.
Los textos forman parte de “He muerto… y he resucitado”, Antología del XVIII Encuentro de Poetas Iberoamericanos, coordinada por Alfredo Pérez Alencart, poeta y profesor de la Universidad de Salamanca
Porque dime tú, amigo cordelero,
¿hay quién trence una escala con la arena y el polvo?
León Felipe
Ella
entrega un rumor de harina
cada vez que vuelve las palmas,
ella invita a la blancura con los dientes,
con su voluntad de viaje,
con la piedra y el fuego
que sudan tras su flequillo.
Ella ha paseado por la orilla
durante el sueño de las lonjas
y después ha trenzado el pan en el silencio.
Con arena y polvo ella ha tejido
la miga, la escala, este poema.
BAILANDO
en la cueva del color salvaje,
el trazo fiero,
las melenas ígneas.
En el fragor de las membranas
la luz le abre heridas a la roca,
nos alza los párpados,
nos pasa un paño de agua
por los ojos.
Descosernos los hábitos
en la lucidez,
reconocer los muros, amarnos
en el conocimiento de lo cognoscible.
En la esperanza de reconstrucción
acariciarnos.
HOMBRO
Desde pequeña amó el agua.
El dedo cercenando la corriente,
la instantánea noción de la frescura
significaban estar viva.
Había esperanza fuera
de la introspección,
fuera del parqué y de las almohadas.
Ahora un hombro.
Tostada región objeto
de labios, ahora un hombro
como estímulo cumbre, irreverente
hombro
escapado de la manga.
Conocimiento de la brisa.
Hombro y melena.
Por la piel nos punza el velo.
(Inédito)
LA OTRA COLMENA
Tengo un dolor que es culpa del pueblo.
Estoy llena de muros que yo
no he levantado.
A qué utopía migrar ahora.
En qué vasta cama dan calor
y guardan el prejuicio.
Dónde las ramas serenas. Dónde
el lino justo, los niños libres,
la miel respetuosa.
Mujer y bañera
prohibidas las prendas
en el valle de loza
los vestigios del paraíso
son blancos y son fuentes
mi hermana está evocando la frescura
la vida entra mejor por ciertas
latitudes
si pudiera abarcarla
la incorporaría a mí en un abrazo
me empaparía la camisa
pero solo las partes nos son dadas
el cabello
anhelo que se ondula
más deseado el más inerte
mis dedos son raíces de champú
en su cuero templado
ella sabe
que está viva por mis yemas
(Inédito)
POÉTICA
Ansia de rasgar un lienzo con vehemencia.
De percutir un himen.
De ser fisura en la realidad alienada de realismo,
de deformar los espacios
ilegítimamente concedidos
al objeto y al sujeto. De arrimar la frontera
de lo onírico
al mundo recio de los rascacielos
y las camisas blancas.
Lluvia incisiva de chocolate,
vertido cadencioso de pintura negra
sobre las tensas estructuras.
SINFONÍA MECÁNICA, PRIMER MOVIMIENTO
(OXFORD, JULIO 2013)
La hembra yace en el prado bajo racimos de hojas que se elevan como un velo de impresiones. Las ramas hincadas en el verde, sudario que es testigo de la desnudez desde lo alto. Porque la hembra comparte con la hierba la frontera mínima. Solo el musgo revistiendo, verde intrínseco al espacio, naturaleza volcada al verde y sedimento de alfombra. La isotropía preserva el pecho fértil aunque los ojos roten. La caricia de la bruma no es continua en ningún caso: de la fruta a lo ferviente por la estepa crepita la conmoción. La boca es una herida en la verdura. Pero la celda: la dulzura, la turgencia, el apetito, son perspectiva, inexorablemente. El reverso de los muslos es de tierra.
(Inédito)
Yo, que de lejos vine
por renovar el tacto y dar gusto a los ojos,
por llenar con luz nueva mi soledad de siempre
Juan Ruiz Peña
Yo, que he conocido la inercia,
el movimiento escrito fuera de las manos,
yo que he acariciado melenas
al aire de un aliento ajeno,
yo que he criado filosofías
siempre al abrigo de la historia,
he venido aquí, donde mora la frescura,
donde clama vida la corriente.
He venido al paraíso con mis celdas
para ensortijar con flores los barrotes.
(Inédito)
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