Daniel Cotta
Crear en Salamanca se complace en publicar algunos poemas de Daniel Cotta Lobato (Málaga, 1974), residente en Córdoba desde 2008. Es Licenciado en Filología Hispánica y ejerce en la actualidad como profesor de Lengua en el instituto Nuevas Poblaciones de La Carlota. Ha publicado cuatro poemarios: Beethoven explicado para sordos (Diputación de Córdoba, 2016), por el que obtuvo el accésit del Premio Rosalía de Castro de la Casa de Galicia en Córdoba; Alma inmortalmente enferma (editado por De Torres Editores en 2017); Como si nada (2017), volumen nº 14 en la Colección DKV de Poesía, dirigida por José Mateos; y Dios a media voz, Premio Nacional de Poesía Mística (Albacara) San Juan de la Cruz 2018, publicado por el Excmo. Ayto. de Caravaca de la Cruz. Este otoño verá la luz su libro El beso de buenas noches en la editorial Renacimiento. Su incursión en la narrativa comienza en 2012, cuando publica su novela Videojugarse la vida (Funambulista), una obra de humor que sigue la estela del inolvidable Gurb de Eduardo Mendoza. En 2017 obtiene el VI Premio de Narrativa Infantil Diputación de Córdoba por El duende de los videojuegos, publicada por la editorial Premium en el año en curso. Ha publicado también una novela histórica, Verdugos de la media luna (Almuzara, 2018), con la que viaja a la Córdoba del siglo IX en el ocaso de la cultura mozárabe. Por otro libro suyo, recientemente quedó como finalista del Premio Rey David de Poesía Bíblica Iberoamericana.
Ludwig van Beethoven
BEETHOVEN EXPLICADO PARA SORDOS
Por más que quieras, sí, por más que busques,
por más que desentrañes la semilla,
por más que auscultes el tictac del suelo,
por más que espíes su porqué a la perla,
por más que le preguntes a la muerte,
por más soles que apagues, por más lunas
que enciendas, por más fuegos que alimentes,
no podrás,
Beethoven, no podrás:
el mundo seguirá hablándote entre dientes.
Foto de José Amador Martín
ARENGA
Hoy vamos a morir, atardeceres
de fuego, batallón de estrellas de oro,
metáforas del sol y de la luna,
amapolas y nieve que servisteis
lealmente a las mejillas de mi amada.
Hoy vamos a morir, mirad su ejército.
Mas no desfallezcáis en vuestro ánimo.
Blandid la piel contra su yelmo y lanzas
y aprendan qué postura ha de adoptarse
para morir y que florezca un verso.
El cárdeno crepúsculo que violan
sus picas se pondrá de nuestra parte,
se batirá sin tregua hasta que caiga
desangrado en los brazos de la luna.
Y cuando el enemigo apile en túmulos
tanto abril, tanta luz, tanta derrota,
irá una estrella en cabestrillo y ciega
a enmarcar esta frase entre los astros:
«Contadle a la belleza que morimos
amándola hasta el último latido».
Foto de José Amador Martín
PIANISSIMO
Beethoven, escuchándome.
Era a las altas horas del silencio.
Llegaba a mi cabeza,
se sentaba
y tocaba mi vida en do menor.
Y yo fluía en el piano,
era la melodía de sus dedos,
las lágrimas que él mismo lloró ayer,
que yo lloraba
desde mi noche hasta su noche.
Música.
El mundo se tapaba los oídos,
Beethoven me escuchaba
y me oía.
Foto de José Amador Martín
ADVERTENCIA
Leed mis corazones igual que el barrendero
que acopia los vestigios del otoño.
Junta las hojas del millar de árboles
que una mano plantó mientras huía
y enloquecía para no morirse.
El barrendero las recoge y sabe
que en el envés se les conoce el dueño,
y las habrá de acacia, de arce, de álamo,
pero una savia las recorre a todas.
Guardadlas bajo piel, como hacen ellas
con los relámpagos del sol. Poseen
la huella de la luz, y hay dos razones
por las que pueden compararse a un alma:
por ser de oro y por haber caído.
Foto de José Amador Martín
TE PASA COMO A MAYO
Te pasa como a mayo con sus lirios:
que no te das ni cuenta.
No te das cuenta del aroma a risa
que embarga tu palabra y tu cintura.
No te das cuenta de que el día se abre
en tu pestañear, ni que la luna
tiene tus mismos ojos
y el resplandor de tu quererme.
No,
nunca te has dado cuenta.
Tu mano es un jazmín y no lo sabes.
La estela escrita de los meteoros
dice tu nombre sin que tú te enteres.
Y hay una embajadora de tu alma
con sede en mi interior. Y yo le cuento,
le pienso, le recito, le camino
y no te das ni cuenta.
Eso sí:
luego derramo sobre ti mi gozo
como la copa de un poeta ebrio,
como el loco que trae el paraguas del revés
de haber estado recogiendo amor.
Foto de José Amador Martín
IV
REGRESO AL DESIERTO
Ayuno de tus labios,
manco de tus abrazos,
callejeo aterido de mí mismo
y duermo y velo al pie de tu silencio.
Hoy sé que el pajareo de la aurora
no vendrá a bendecirme en la persiana.
El pan no sabrá a pan ni el agua a fuente.
Entre los libros, los sonetos brindan
nobles ejemplos de tristeza al mundo,
y hojeo nuestro árbol de sonrisas
para sedarme el corazón a soplos.
Mientras te miras al espejo sola,
yo busco y palpo ciego
y escribo en los pañuelos, siglo a siglo,
que entre la hora tercia y la hora nona
tu sonrisa se ha puesto.
Foto de José Amador Martín
Cada ciudad del mundo es el sepulcro
de un monte hecho baldosas.
La tierra yace exhausta de cosechas.
Los árboles frutales
no saben quiénes fueron sus abuelos.
Las estrellas olvidan
cuál es su puesto exacto en las constelaciones.
No hay pedazo de cielo sin un tendido eléctrico
ni campo que no violen carreteras.
Hemos robado el argumento a Dios.
Os lo digo, os lo lloro con este corazón
que siente y late a pilas.
Foto de José Amador Martín
MÚSICA
Un cielo en no bemol templa las cuerdas
con las que ayuda a ahorcarse a los suicidas.
Yo mismo he navegado a bordo de algún sueño
un viejo mar de estrellas de las que cuelgan almas.
Esas consignas que susurra el viento
subido en los pretiles del vacío,
esas sirenas que en el fondo cantan
son el oscuro arranque
de una sonata para hombre solo,
son un mi disonante con el barro.
Tal vez consonará con las estrellas.
Foto de José Amador Martín
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